Una vez
tuve la ocasión de conversar con las autoridades de un colegio, que había
sufrido un gravísimo accidente, en el que fallecieron varios alumnos y
maestros. La institución no tenía ninguna responsabilidad en el mencionado
accidente. Así y todo, a lo largo de un año al menos, no pudieron volver a
poner el foco en lo educativo, requeridos continuamente por actuaciones
judiciales, policiales y de los medios de comunicación. Y lo más duro fue la
actitud de las familias de los alumnos sobrevivientes, que se enconaron en
actitudes de sospecha y recriminación injustificada.
Es
evidente que hechos penosos y trágicos pueden ocurrir en la vida de cualquier
institución, aun cuando se extremen las precauciones para trabajar bien. Pienso
que son un motivo más para que cada escuela se empeñe en cultivar las mejores relaciones
con todos sus stakeholders: los públicos internos y externos. Así es posible construir confianza en las relaciones
con todas las personas y las instituciones: el capital social, con el que es
más fácil superar colaborativamente las
vicisitudes que la vida nos depara.