El año 2022 resultó para mí un año de trabajo muy intenso y apasionante, que no pude reflejar en este blog a partir del mes de mayo. Retomo entonces la publicación de notas y noticias que son interesantes para mí y que espero que lo sean también para muchos que están involucrados en el mundo de la educación, con especial foco en la responsabilidad social de las instituciones educativas.
En el siguiente artículo, publicado hace unos meses, nos situamos ante el problema de un mundo en el que el diez por ciento de la población vive en una pobreza extrema y padece hambre. ¿Qué desarrollo sostenible puede haber si se prescinde de las personas y sus vínculos, si no se fortalece el papel de las familias?
Publicado en Perfil, 15-V-2022
15 de mayo – Día Internacional de las
Familias
Familias para el desarrollo sostenible
Las grandes transformaciones se
generan a nivel micro y se expanden. Por ello, en el Día Internacional de las
Familias, vale recordar el rol central que ellas tienen con vistas a que el
paradigma del desarrollo sostenible sea una realidad.
Como comunidades primarias, las familias están
atravesadas por los diecisiete objetivos establecidos por Naciones Unidas en la
agenda 2030, pero son a su vez un componente esencial para posibilitar su
concreción. Porque las asociaciones de cooperación global que se impulsen para
alcanzarlos deben tener su correlato en lo micro; y esto implica de manera
directa a las familias, que no solo tienen que operar como alianzas, sino
además favorecerlas. Ahora bien, para que esto se efectivice, las
organizaciones de todos los órdenes deben disponer el terreno y los medios para
que ellas actúen y desplieguen su potencial.
Estamos aprendiendo, sobre la base de una apretada
secuencia de experiencias traumáticas para la humanidad, que el desarrollo no
es un privilegio. Y que tampoco es sensato imaginar un progreso que ilumine
sectores del planeta y suma otros en la oscuridad, ni dar sostenibilidad al
conjunto de países, regiones o comunidades anclados en un modelo que enfatice
grietas. Sabemos que nadie está aislado: la pandemia del Covid-19 vino a
ampliar esta certeza.
En un artículo que mantiene plena actualidad,
Bernardo Kliksberg –pensador argentino y referente internacional en ética para
el desarrollo- destaca la centralidad de las familias y advierte sobre la
situación de riesgo que presentan en América Latina debido a los altos índices
de marginalidad y exclusión. Aquí las múltiples facetas de la pobreza ponen en
tensión las realidades familiares y amenazan con su desintegración. Kliksberg
enumera los elevados costos económicos que los países solventan por el
debilitamiento de las familias y las señala como elementos fundamentales para
lograr el desarrollo de las personas y las sociedades.
Sobrada es la evidencia del ejercicio de las familias
como factores de protección frente a los distintos tipos de vulnerabilidades y
de los beneficios derivados de contar con un hogar estable, máxime para quienes
requieren cuidados especiales. Del mismo modo, hay diversas investigaciones
sobre la incidencia positiva de las pequeñas costumbres cotidianas, como
compartir la mesa o jugar juntos, y estudios sobre el clima familiar confirman
su relación con el desempeño escolar de los hijos y la iniciación en el consumo
de alcohol y sustancias.
Así las cosas, el propósito de fortalecer la familia
debería integrar el núcleo básico de acuerdos de política nacional en el marco
del desarrollo sostenible. Hacia allí tendrían que encaminarse los esfuerzos de
los Estados y las organizaciones de la sociedad civil, coordinados en la
implementación de estrategias orientadas al abordaje del problema de forma
multidimensional. Está claro que los programas dirigidos a solucionar aspectos
estancos no resultan eficaces y constituyen, adicionalmente, un derroche de
recursos. En todos los casos, se recomienda un enfoque integral que dé cuenta
de la complejidad de las circunstancias particulares.
En un mundo en el que el diez por ciento de la
población vive en una pobreza extrema y padece hambre, los seres humanos nos
situamos frente al tremendo desafío de resignificar nuestra acción, promoviendo
la inclusión y la resiliencia a escala planetaria, pero también a nivel
regional, local e individual. Porque ningún desarrollo puede sostenerse si
prescinde de las personas y sus vínculos. Y es aquí donde las familias siguen
conservando un espacio protagónico.
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Mariángeles Castro Sánchez y Carlos
Pujadas
Profesores de la Escuela de Educación y el Instituto de Ciencias para la Familia
de la Universidad Austral
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