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lunes, 31 de agosto de 2020

Una experiencia de educación socioemocional y rendimiento escolar

Transcribo un relato de una psicopedagoga –alumna en un curso universitario de Ética- que documenta las mejoras en el rendimiento escolar de un chico, a partir del avance en el dominio de sus emociones.

También se trata de un caso en que, en lugar de la colaboración escuela-familia, el cuidado del niño se realiza desde Caritas, a pesar de la falta de involucramiento de la escuela y la familia.

Este trabajo se llevó a cabo en el año 2017, en una parroquia de un barrio pobre del conurbano bonaerense. Caritas organiza en la parroquia un merendero, para niños de entre 4 a 15 años de muy escasos recursos. Allí se les brinda apoyo escolar, y comidas en los turnos mañana y tarde. También se los asiste con ropa y calzado. Es oportuno aclarar que la ayuda escolar está a cargo de mujeres del barrio que no son docentes, pero con una escolaridad básica logran ser un buen sostén para el aprendizaje de esos niños.

Yo hice allí dos años de Práctica psicopedagógica con apoyo de las profesoras que me supervisaron para aprobar la materia.

Trabajé con un niño de 10 años que se peleaba continuamente con chicos mayores que él, y que tenía problemas de aprendizaje. La escuela donde iba el niño no permitió el acceso de ningún personal externo, por lo cual no pude hablar con la seño, ni mostrar cómo se estaba trabajando, ni  seguir de manera conjunta.

En la primera entrevista el paciente explica su situación de hacinamiento familiar; tiene varios hermanos, sus padres trabajan todo el dia y él se queda al cuidado de una de sus tías. La familia de la tía vive en la misma casa. En Caritas el niño consigue asegurarse una comida diaria.

Durante todo el año que abarca la práctica no se registra ningún encuentro o entrevista puntual con la familia del niño.

Se pudo organizar un encuentro semanal de una hora con el niño, que permitió implementar

estrategias para trabajar su conducta inapropiada. Así por ejemplo, se le hace entrega de un cuaderno donde manifiesta la valoración del encuentro, más algún otro comentario de índole emocional, realizándolo de manera voluntaria y con entusiasmo.

En el tercer encuentro el niño explica que lo inducen a tomar parte en peleas que él claramente no ha originado. Sin embargo las circunstancias lo señalan como el principal responsable. Se trata de un comportamiento colectivo dentro del grupo de pares, que se repite sistemáticamente. Por ejemplo, le dicen algo agraviante, pues saben que él responde peleándose.

Se comienza a trabajar sobre sus manifestaciones impulsivas y el control de las emociones.

Realiza actividades con el fin de desarrollar mayor confianza en sí mismo; hace carteleras con emociones y semáforo de conducta, para poder implementarlas no solo en el establecimiento sino que se propone como apoyo para llevarlo a la escuela. En la medida de que se apropie de la palabra y pueda expresar sus emociones, descubre que comunicándose tiene mayor posibilidad de que un docente o un adulto comprenda su vivencia. El paciente se compromete así, a mejorar su conducta.  Manifestación de esto es su interés por participar llegando antes de tiempo a cada encuentro, superando dificultades familiares de todo tipo.

Pasando la mitad del año, se observa que el paciente tiene cada vez menos llamados de atención por sus conductas inadecuadas. Sus materias claramente han mejorado en sus calificaciones y ahora se enfoca en realizar actividades en las áreas de matemática y práctica del lenguaje, mostrándose más animado. Un ejemplo de ello es su interés por leer cuentos de ciencia ficción.

Se registra también un avance en la dinámica de la escritura. Según lo observado por la Psicopedagoga, el niño se anima en esta segunda mitad del año a trabajar con una lapicera cuya tinta se puede borrar. Este es un aspecto a destacar, puesto que hasta hace poco tiempo el alumno solo se sentía confiado a realizar sus tareas con un lápiz de grafito.

Como actividad final se propuso hacer un volcán de emociones, ya que él una vez dijo: ¨Cuando me enojo soy como un volcán que estalla y rompe todo¨.

Esto se toma como referencia, para trabajar las emociones y así anticiparse al estallido del volcán. Este trabajo manual es desarrollado con mucho entusiasmo por el niño, con gran ansiedad por verlo terminado. Al punto que ya con el trabajo culminado le comunica a la profesional su deseo de llevarlo a su casa. Esto le permite guardarlo en un lugar especial para tenerlo a su alcance cada vez que quiera registrar una emoción.

Enlazado a esto se observa en el niño la instancia de emociones encontradas al momento de finalizar el año y paralelamente también la profesional termina de realizar su pasantía. Claramente el paciente expresa su deseo de continuar estos encuentros: ¨Seño, el año que viene vas a tener a otros nenes que necesitan ayuda como yo.  Pero si podés, yo me vengo y estamos un rato¨.

En síntesis, el paciente encuentra un espacio concreto, en el cual se lo escucha y valora. A partir de allí se observa su progreso a lo largo del año. Se esmera trabajando y avanza en el dominio de sus emociones y sobre todo se destaca la mejoría en el control de su conducta y en el rendimiento escolar.

Todavía hasta la fecha, conserva al volcán arriba de un mueble de su casa mientras cursa su escuela secundaria.

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