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jueves, 14 de enero de 2021

Corrupción en las universidades

En junio de 2020 se publicó “Corruption in Higher Education – Global Challenges and

Responses”, -Corrupción en la Educación superior-Desafíos y respuestas globales, libro editado por Elena Denisova-Schmidt, y comentado en el último número de International Higher Education (ver aquí).

Se trata de un problema global, que adquiere distintas dimensiones según los países, y se manifiesta en individuos que buscan sacar ventajas personales a través del plagio o copia, y de las oportunidades para el fraude y la estafa que dejan expuestas las instituciones educativas en sus estructuras organizativas.

Son ampliamente conocidos los episodios en la Argentina de universidades que medran con la cercanía al poder político consiguiendo extraños contratos millonarios, concursos de profesores arreglados para los amigos, investigaciones falsas o repetidas con leves alteraciones, discriminación por motivos ideológicos, abuso de poder para imponer consignas partidarias, publicaciones en journals truchos y todo el resto de acciones corruptas que suceden en las demás organizaciones.

Los estudiantes universitarios y la copia

No es necesario pensar en los grandes delincuentes para tropezar con conductas inmorales. Cada año tengo que renovar esfuerzos para que estudiantes de grado y de postgrado tomen conciencia de la gravedad de copiar textos o ideas, sin mencionar la fuente. Están tan acostumbrados a “cortar y pegar” de Internet, que en muchos casos los alumnos –y también profesores!- han asumido que es un comportamiento normal el plagio.

Es probable que lo vengan haciendo desde el colegio. Por eso es tan urgente que todos los docentes eduquen desde muy temprano a los estudiantes en este punto concreto del fraude que es copiarse. Es una carga más para el profesor, porque tiene que comenzar por comprobar con Google las frases copiadas, que normalmente resultan evidentes por el cambio de estilo y de profundidad de los párrafos. Un alumno al que le señalé en una de las primeras clases del año un párrafo copiado de Internet me contestó: Reconozco que estuve mal en no haber puesto la bibliografía y fuentes que utilicé, pero le aseguro que bajo ningún punto de vista quise hacer propio un pensamiento o elaboración de otra persona ya sea de un compañero o de algún autor. En este caso asumí que actuó de buena fe y solamente pedí que rehiciera el trabajo, pero lo comenté a todo el curso, para que sirviera de aprendizaje.

El procedimiento que me ha resultado útil para cortar este vicio es distribuir a los alumnos unas detalladas instrucciones de cómo se hacen las citas de libros y artículos impresos o que están en Internet. A continuación le pido a cada uno que lea un determinado escrito y responda a un par de preguntas citando el texto. En muchos casos he tenido que pedir que rehagan varias veces la tarea, hasta que aprendan a citar.

Por supuesto que también hay que reducir los incentivos para copiar, pidiendo trabajos en los que tengan que resolver problemas y superar desafíos, que por otra parte son los que resultan atractivos para los millennials. Al finalizar un curso, una alumna escribió: quería agradecerle por cada trabajo que nos dio, eran desafíos. Puedo añadir que también para el profesor es un desafío pensar trabajos que tengan estas características, en lugar de pedir que repitan lo que se dijo en clase o en el libro.

Restaurar la confianza en las universidades

Es mucho lo que se puede y debe hacer para combatir la corrupción en las universidades, porque es una de las últimas instancias para educar ciudadanos honestos. Ni los directivos ni los profesores podemos mirar para el costado cuando advertimos comportamientos inmorales, aunque sea complejo y delicado encauzar la corrección.

Como concluye el artículo mencionado, “Los ciudadanos de naciones en cualquier etapa de desarrollo necesitan tener confianza en las universidades, para proteger la integridad y calidad de sus out puts”, es decir, de su graduados y de su producción intelectual.