El Papa Francisco está causando un sacudón moral inesperado
en un mundo que parecía alejarse
de la espiritualidad cristiana y sumergirse
cada vez más en el consumismo materialista.
No sabemos si será sólo un impacto emotivo y fugaz o
una auténtica revolución mundial en el modo de vida. Me atrevo a esperar que
sea esto último, y que la apelación del Papa Francisco a una vida más sencilla
produzca al menos tres efectos profundos:
1) Cuando se deja de poner el foco en lo material,
se puede desarrollar con más vitalidad
el espíritu, la religión, la cultura, los
bienes invisibles que caracterizan a las Humanidades. Se dispone
entonces de más energías para emprender una vida virtuosa, una vida lograda, que
lleva al don de sí, a salir de uno mismo para servir a los demás, a quienes se
ve como hermanos, miembros todos de la misma familia humana.
2) Si se generaliza el estilo de
vida más sencillo y más espiritual, se gastará menos en lo que es superfluo,
lujoso e innecesario y habrá más bienes disponibles para los que lo necesitan,
para aliviar la pobreza, que es el
flagelo de una buena parte de la humanidad.
3) El estilo de vida sencilla es motivador para
cuidar los recursos no renovables del planeta y para evitar el creciente deterioro del medio ambiente. Tiende a cambiar
los actuales patrones insostenibles de producción y de consumo.
En síntesis, la sobriedad de vida que impulsa el
Papa no es ideológica sino esencial, y tiene como principal objetivo el
verdadero desarrollo de las personas, para vivir una auténtica fraternidad que
supere las inequidades y la pobreza y
contribuya al cuidado del planeta.
Volviendo a la pregunta del título: ¿algo de esto se relaciona con las
escuelas?
En mi opinión, estos valores están en la base de lo
que debería ser un colegio socialmente responsable. Por lo tanto, no se trata
solamente de incorporarlos en alguna de las asignaturas y objetivos docentes,
sino que deberían informar la gestión escolar, y por lo tanto, toda actividad y
relación con los públicos internos y externos.
Se me ocurre entonces que la adhesión que suscita la
predicación, los gestos y el ejemplo de vida del Papa Francisco, se puede
aprovechar en la escuela para impulsar un estilo de vida sobrio, espiritual y
solidario. Los modos de llevarlo a la práctica en cada institución serán
distintos, según sus circunstancias y cultura, pero pueden aplicarse a:
-modo de tratar a todos los que trabajan en la escuela: los empleados de limpieza,
mantenimiento, seguridad, maestros, etc.
-ser un buen vecino corporativo, y aportar al bien
común local
-valores que se promueven en la docencia
-lecturas apropiadas
-estilo de las fiestas, deporte, diversión,
vacaciones
-festejos de graduación
-viajes de estudio de los alumnos
-uso apropiado y moderado de las cuatro pantallas:
celular, televisión, internet y videojuegos
-relaciones solidarias con las instituciones del
barrio y con otras escuelas
-ecoeficiencia en la gestión del agua, electricidad,
efluentes y basura
-facilitar la conciliación trabajo-familia de
directivos, maestros, empleados, proveedores, etc.
-proyectos de aprendizaje-servicio
Francisco y la vida sencilla: hay mucho para hacer en la escuela!!!!!!
Agradezco al lector M.Rojo, que sugiere otro campo para promover la austeridad en la escuela: el cuidar la ropa, libros y útiles, para que duren y los puedan usar otros; y tratar bien los edificios, las paredes, los muebles, los jardines. Esto último es un buen tema para promover el cuidado de lo público, lo que es de todos.
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