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domingo, 19 de febrero de 2012

Fundamentando la responsabilidad social educativa



La palabra  stakeholders  se refiere a “los públicos interesados o afectados por el accionar de una organización”.
Es una palabreja que conviene recordar, porque en mi opinión, la RSEd se fundamenta en la teoría de los stakeholders.
Según esta teoría, la escuela es responsable de sus acciones, que afectan a muchos públicos internos y externos, y su responsabilidad es contribuir al bien común de todos ellos.
El creador de la Teoría de los stakeholders aplicada a la dirección de empresas, es Edward Freeman. En un artículo de 2001  de Freeman y McVea, titulado A stakeholder approach to strategic management, (ver aquí) desarrollan dos ideas que me parecen interesantes para su aplicación a los colegios.

La primera es que no se puede separar el management de la ética y la ciencia política. En el caso de los colegios, quiere decir que la misión de la escuela no es exclusivamente técnica o pedagógica. No es solamente educar niños. Y aquí arriesgo una definición: la misión de una escuela  es  educar personas, dentro de una comunidad local, con la que mantiene numerosos vínculos en razón de su actividad.

La segunda idea del artículo mencionado es que los autores desconfían de las teorías de la gestión de empresas, en pro de un enfoque pragmático: dicen que hay que mirar hacia lo que hacen los creadores de buenas prácticas, y desarrollar un conjunto de narraciones que ilustren los mil modos de crear valor para los stakeholders.
Esta “perspectiva pragmática” no tiene por qué dejar de lado un marco filosófico: pienso que es el Bien Común lo que da base sólida a la teoría de los stakeholders, y la responsabilidad social de todo individuo u organización es contribuir al bien común de todos los stakeholders.
Y a su vez el Bien Común requiere disponer de una antropología realista, para que realmente haya aportes positivos.
A partir de estos principios, dejamos de lado el relativismo de Freeman, y coincidimos con su visión pragmática: estudiemos buenas prácticas, y desarrollemos un conjunto de narraciones que ilustren la creación de valor para todos los stakeholders de nuestra escuela. Para dar el ejemplo, los invito a leer cómo el Instituto Tajamar de Madrid, a partir de 1958 educó a más de 20.000 alumnos y cambió un extenso suburbio de Madrid, siendo el motor de su desarrollo (ver aquí)

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