La
palabra stakeholders se refiere a “los
públicos interesados o afectados por el accionar de una organización”.
Es una
palabreja que conviene recordar, porque en mi opinión, la RSEd se fundamenta en
la teoría de los stakeholders.
Según
esta teoría, la escuela es responsable de sus acciones, que afectan a muchos
públicos internos y externos, y su responsabilidad es contribuir al bien común
de todos ellos.
El
creador de la Teoría de los stakeholders aplicada a la dirección de empresas,
es Edward Freeman. En un artículo de 2001 de Freeman y McVea, titulado A stakeholder approach to strategic
management, (ver aquí) desarrollan dos ideas que me parecen
interesantes para su aplicación a los colegios.
La primera es
que no se puede separar el management de la ética y la ciencia política. En el
caso de los colegios, quiere decir que la misión de la escuela no es exclusivamente
técnica o pedagógica. No es solamente educar niños. Y aquí arriesgo una
definición: la misión de una escuela es educar personas, dentro de una comunidad
local, con la que mantiene numerosos vínculos en razón de su actividad.
La segunda
idea del artículo mencionado es que los autores desconfían de las teorías de la
gestión de empresas, en pro de un enfoque pragmático: dicen que hay que mirar
hacia lo que hacen los creadores de buenas prácticas, y desarrollar un conjunto
de narraciones que ilustren los mil modos de crear valor para los stakeholders.
Esta “perspectiva
pragmática” no tiene por qué dejar de lado un marco filosófico: pienso que es
el Bien Común lo que da base sólida a la teoría de los stakeholders, y la
responsabilidad social de todo individuo u organización es contribuir al bien
común de todos los stakeholders.
Y a su vez el Bien
Común requiere disponer de una antropología realista, para que realmente haya
aportes positivos.
A partir de estos
principios, dejamos de lado el relativismo de Freeman, y coincidimos con su
visión pragmática: estudiemos buenas prácticas, y desarrollemos un conjunto de
narraciones que ilustren la creación de valor para todos los stakeholders de
nuestra escuela. Para dar el ejemplo, los invito a leer cómo el Instituto
Tajamar de Madrid, a partir de 1958 educó a más de 20.000 alumnos y cambió un
extenso suburbio de Madrid, siendo el motor de su desarrollo (ver aquí)
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