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lunes, 17 de agosto de 2020

CUARENTENA: HIPERACTIVIDAD O REFLEXIÓN

Después de 5 meses de aislamiento en casa, aunque no queramos nos hemos visto obligados a reflexionar: por qué pasa esto? ¿Qué significado tiene para mí esta pandemia mundial que nos muestra vulnerables y corriendo la misma suerte a miles de millones de personas?

En estos días volví a leer algunas páginas de La sociedad del cansancio , libro escrito por

el coreano Byung Chul Han en 2010, sociólogo no creyente que se ha puesto de moda. Hace observaciones interesantes sobre nuestra sociedad. Dice que en la Revolución Industrial los patrones explotaban a los obreros, incluso niños. Hoy en cambio, la persona es autoexplotada, exigiéndose para rendir más en todos los órdenes de la vida: en el trabajo, en la vida social, afectiva, deportiva, en la salud. En todo se aspira a ser exitoso, ese es el objetivo: ser un winner, no un perdedor.

Explica que vivir de este modo lleva muchas veces a la depresión, al síndrome de falta de atención con hiperactividad, al desgaste ocupacional o burn out.

Menciona a Nietsche que escribió que, muerto Dios, se endiosa a la salud. Justo a la salud, cuando la pandemia suscita en muchas personas el terror a perderla.

En 2010 escribía Chul Han que en esta era de sobreexigencia de rendimiento, la computadora y el celular han borrado las diferencias entre el lugar de trabajo y la sala de estar. Otro punto de conexión con la realidad actual, que ha impuesto el teletrabajo.

Es una situación que hace poco comentaba una profesora de psicología de la universidad Austral. Decía que estábamos todos trabajando a mil, cuando sobrevino un parate inesperado con la cuarentena. Muchos siguieron intentando mantener la misma velocidad en las nuevas circunstancias: gente que reordenó su casa cinco veces, que se conectó a todos los cursos on line que encontró, etc. Otros supieron aprovechar la cuarentena para bajar un cambio, y tener tiempo para la reflexión.

¿Hay que trabajar menos o trabajar de otro modo?

¿De qué se trata entonces, de no trabajar tanto, de dejarse llevar por la pereza? ¿O es que hay que cambiar el modo en que trabajamos? ¿Qué reflexión positiva va calando en mi espíritu después de estos meses de  pandemia? ¿Me ha servido para ver más claramente para qué estoy en este momento de la historia, cuál es mi misión?

La respuesta me parece que tiene que ver con trabajar de otro modo, con otros objetivos. Trabajar no por el éxito, no por el narcisismo de ser admirado, sino para amar y servir a Dios y a los demás, como decía el antiguo catecismo. Tenemos que saber encontrar la manera de trabajar y vivir intensamente, pero con la felicidad de estar amando y sirviendo. Un modo de vivir que nos hace felices, y que evita esas enfermedades contemporáneas de la depresión, la hiperactividad y el desgaste laboral.

Para los que son creyentes transcribo unas palabras del Papa Francisco, que nos trasladan a una  dimensión trascendente. Se trata, de «mirar a Dios, pero sobre todo [de] sentirse mirado por Él». Parece sencillo: dejarse mirar, simplemente ser en la presencia de Dios… pero lo cierto es que nos cuesta terriblemente en un mundo hiperactivo y saturado de estímulos como el nuestro.

Para creyentes o no creyentes, parece un buen momento éste para conseguir un poco de ese silencio interior, en el que nos encontramos con nosotros mismos tal como somos. En ese silencio es posible que maduren las aspiraciones latentes y decanten los cambios que necesitamos para poder vivir con más felicidad y alegría, porque lo que buscamos es amar y servir.

 

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