Después de 5 meses de aislamiento en casa, aunque no queramos nos hemos visto obligados a reflexionar: por qué pasa esto? ¿Qué significado tiene para mí esta pandemia mundial que nos muestra vulnerables y corriendo la misma suerte a miles de millones de personas?
En estos días volví a leer algunas páginas de La sociedad del cansancio , libro escrito por
el coreano Byung Chul Han en 2010, sociólogo no creyente que se ha puesto de moda. Hace observaciones interesantes sobre nuestra sociedad. Dice que en la Revolución Industrial los patrones explotaban a los obreros, incluso niños. Hoy en cambio, la persona es autoexplotada, exigiéndose para rendir más en todos los órdenes de la vida: en el trabajo, en la vida social, afectiva, deportiva, en la salud. En todo se aspira a ser exitoso, ese es el objetivo: ser un winner, no un perdedor.Explica que vivir de este modo lleva muchas veces a la
depresión, al síndrome de falta de atención con hiperactividad, al desgaste
ocupacional o burn out.
Menciona a Nietsche que escribió que, muerto Dios, se
endiosa a la salud. Justo a la salud,
cuando la pandemia suscita en muchas personas el terror a perderla.
En 2010 escribía Chul Han que en esta era de sobreexigencia
de rendimiento, la computadora y el celular han borrado las diferencias entre
el lugar de trabajo y la sala de estar. Otro punto de conexión con la realidad
actual, que ha impuesto el teletrabajo.
Es una situación que hace poco comentaba una profesora de
psicología de la universidad Austral. Decía que estábamos todos trabajando a
mil, cuando sobrevino un parate inesperado con la cuarentena. Muchos siguieron
intentando mantener la misma velocidad en las nuevas circunstancias: gente que
reordenó su casa cinco veces, que se conectó a todos los cursos on line que
encontró, etc. Otros supieron aprovechar la cuarentena para bajar un cambio, y
tener tiempo para la reflexión.
¿Hay que trabajar menos o trabajar de otro modo?
¿De qué se trata entonces, de no trabajar tanto, de dejarse
llevar por la pereza? ¿O es que hay que cambiar el modo en que trabajamos? ¿Qué
reflexión positiva va calando en mi espíritu después de estos meses de pandemia? ¿Me ha servido para ver más
claramente para qué estoy en este momento de la historia, cuál es mi misión?
La respuesta me parece que tiene que ver con trabajar de
otro modo, con otros objetivos. Trabajar no por el éxito, no por el narcisismo
de ser admirado, sino para amar y servir a Dios y a los demás, como decía el
antiguo catecismo. Tenemos que saber encontrar la manera de trabajar y vivir
intensamente, pero con la felicidad de estar amando y sirviendo. Un modo de
vivir que nos hace felices, y que evita esas enfermedades contemporáneas de la
depresión, la hiperactividad y el desgaste laboral.
Para los que son creyentes transcribo unas palabras del Papa
Francisco, que nos trasladan a una dimensión trascendente. Se trata, de «mirar a Dios, pero sobre todo [de]
sentirse mirado por Él». Parece sencillo: dejarse mirar, simplemente ser en la presencia de Dios… pero lo cierto es que nos
cuesta terriblemente en un mundo hiperactivo y saturado de estímulos como el
nuestro.
Para creyentes o no creyentes, parece un buen momento éste
para conseguir un poco de ese silencio interior, en el que nos encontramos con nosotros
mismos tal como somos. En ese silencio es posible que maduren las aspiraciones
latentes y decanten los cambios que necesitamos para poder vivir con más
felicidad y alegría, porque lo que buscamos es amar y servir.
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