¿Tengo que ser siempre leal a los directivos, a las autoridades, a
los alumnos, al sindicato, a los padres, a los accionistas?¿O la lealtad puede
ser un vicio?
Una magnífica entrada en el blog de Argandoña –link- nos puede servir para reflexionar sobre
esta cuestión, que se plantea en las empresas y puede ocurrir también en las
escuelas.
Me refiero a cómo analizar las conductas de los alumnos que ocultan las malas acciones de sus
compañeros, o de los empleados que miran para otro lado cuando advierten
delitos de sus directivos, o de los maestros que se callan si ven una conducta impropia o peligrosa de un colega o
de un delegado sindical.
Explica Argandoña que la lealtad es una virtud, término medio entre el
servilismo y la deslealtad, que se refiere al compromiso con el bien de las personas o de una comunidad. Por
eso, a veces se puede caer en el error de ser leal a lo que no es bueno. Dice
el autor que “La lealtad a la mafia no es lealtad a
un bien que merezca ese nombre. Ni la lealtad a la empresa cuando esta roba,
maltrata o se comporta criminalmente. Lealtad a la patria, por lo que tiene de
bien la comunidad, no por lo que hace mal. Lealtad a los que mandan, porque
hacen posible el bien de la comunidad, no en la medida en que no lo hacen.
Lealtad, por tanto, implica sentido
crítico (lealtad a qué o a quién, por qué
y para qué). Detrás de algunas lealtades hay, en el fondo, egoísmo: soy leal a
mi jefe, aunque sea un indeseable, porque me conviene.”
Recomiendo leer el artículo y después
divulgar sus conceptos a los alumnos y a los demás actores de la comunidad
educativa.
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