A
propósito de las leyes de Género y de Matrimonio igualitario
Con la
aprobación de las recientes leyes de Muerte digna, de Cambio de género y
Matrimonio novedoso, se expande la idea de que el fundamento para esas
innovaciones sociales es la autodeterminación de las personas, sus derechos
individuales. No se comprende “por qué algunos se oponen a la libertad de
otros semejantes, de hacer lo que quieren y vivir como quieren, mientras no molesten
al resto de los mortales”.
La libertad está limitada
En
mi opinión, esa idea de libertad indeterminada en sí misma es una idea simple,
fácil de entender, pero falsa. Porque el hombre
tiene una libertad limitada, pero no únicamente por los demás, sino por su condición humana: no puede ser pájaro ni
piedra, no puede entrar en la máquina del tiempo y volver al pasado o al
futuro, no puede ser ángel ni estrella. No puede ser todas esas cosas, pero
puede ser plenamente hombre. ¿Y quién explica cómo ser hombre? La ética. ¿La
ética? Sí, porque es la ciencia que ha estudiado cómo es el hombre, y por eso
sabe qué es lo que le hace bien y qué es lo que le hace mal. Por eso puede dar
orientaciones sobre cómo comportarse para vivir una vida lograda, una vida
buena.
Comer ladrillos y beber petróleo
La
ética da orientaciones para una vida buena como persona, así como la medicina
da orientaciones para una vida buena corporal. Y si uno no acepta esas
orientaciones y quiere superar las limitaciones de su condición humana, le va
mal. Como le va mal al que quiere alimentarse con ladrillos y beber petróleo; o
al que piensa ser feliz consumiendo pornografía o rumiando odios.
Cuando
el hombre acepta los límites que le impone su naturaleza, puede emplear sus
energías en desarrollar sus potencialidades al máximo: ciencia y arte, deporte
y tecnología, amor, familia y sociedad. Para que todas estas actividades sean humanas
y humanizadoras, hay que atenerse a unas orientaciones éticas. De lo contrario,
el hombre se hace daño a sí mismo y a los demás; se comporta de mal modo, tiene
un comportamiento no ético. Es lo que ocurre cuando el hombre utiliza la ciencia para hacer daño (Mengele
experimentando en los prisioneros de los campos de concentración); o usa la economía como
si fuera independiente de la ética impidiendo que los pobres puedan acceder a
una vida digna; o inventa juegos que ponen en riesgo su vida (la ruleta rusa) y
la de los demás (picadas).
Cómo legislar sin equivocarse
Por eso,
que los legisladores no insistan en que
legislan para la autodeterminación de las personas, sin limitaciones, para que seamos más
libres. Esa es una idea falsa, que lleva a las personas a pensar que
la condición humana se manipula a piacere:
que se puede constituir una familia como a uno se le ocurra, que se puede
cambiar de sexo según el estado de ánimo, que cualquiera se puede automutilar y
esterilizar, que todo lo que se pueda hacer técnicamente depende de la propia
voluntad y de nada más.
Un buen
modo de evitar equivocaciones dolorosas para el bien común de todos los
habitantes –de las mayorías y de las minorías- es que los legisladores estudien
un poco de la ética clásica, de las virtudes, de cómo ser buenas personas. La
misma ética que los maestros y los padres tratan de inculcar a sus alumnos e
hijos, cuando explican que el que roba un lápiz a un compañero, se hace un poco
ladrón, y que por ese camino será pronto una mala persona. Las virtudes que nos
hacen mejores son también las que nos hacen felices a nosotros y a los que nos
rodean, las que nos llevan a una vida lograda, como aspiraban los filósofos
griegos.